He perdido el olfato y el gusto. Tengo tos y creo que incluso me falta la respiración. Esta sintomatología asociada al COVID-19 la está empezando a experimentar un buen número de personas sin que tengan la propia enfermedad. No darán positivo en ningún test porque lo que están sufriendo, en realidad, es un efecto psicológico del presente contexto: la somatización del coronavirus.
Los trastornos psicosomáticos se dan con más normalidad de la que pensamos y en las actuales circunstancias su aparición será mayor. ¿La razón? En un contexto dominado por el miedo persistente al contagio, por la incertidumbre y esa angustia psicológica al «qué pasará» o «o si me infecto seguro que me ingresarán en el hospital», se configura todo un caldo de cultivo emocional para que, tarde o temprano, aparezcan síntomas físicos.